viernes, 30 de mayo de 2014

♦♦ Por qué comer poco en la cena


Por qué comer poco en la cena. Como ya hablamos de que se debe comer muy bien al levantarse, ahora nos detendremos en el extremo opuesto, la cena, última comida del día antes del descanso nocturno. En la actualidad se sabe que la cena debe ser liviana, a diferencia de lo que sucedía en los primeros tiempos históricos, ya que por ejemplo, entre los griegos, era la comida más fuerte, constituida por suculentos banquetes, que se degustaban en reuniones de hombres, que incluían bebidas alcohólicas y postres.

A pesar de que hoy sabemos que comer mucho en la cena es malo, el ritmo de la vida actual, que nos impide destinar el tiempo necesario al desayuno y al almuerzo, hace que recién en la cena estemos liberados de nuestros compromisos cotidianos, nos relajemos, y queramos consumir todo lo que hemos dejado de lado cuando lo necesitábamos. Aquí no rigen las compensaciones, lo que antes no se consumió, ahora ya no sirve, ya que recargaremos de energía nuestro organismo cuando menos necesitamos de ella, ya que nos dispondremos a dormir.

No faltan quienes, luego de la jornada laboral, se junten a cenar, y lo hagan con platillos muy elaborados y repletos de calorías. Esto no es conveniente, ya que solo acumularemos grasas que no quemaremos, y nuestro sueño será difícil de conciliar. Además al ser más lento el metabolismo, engordaremos más fácilmente.

Para cenar recomendamos por ejemplo, ensaladas, una sopa liviana, verduras al vapor, milanesas de tofu, frutas, etc. Las pastas tienen alto contenido de hidratos de carbono, y un plato de tamaño pequeño y sin salsas recargadas (solo con una liviana de tomates) son muy buenas para dormir relajado, ya que favorecen la producción de serotonina. Lo mismo podemos decir del arroz, que es muy bueno en cantidades moderadas, especialmente si es integral. Suprimir el té, salvo el de tila, y el café antes de dormir, lo mismo que las frituras y todo alimento graso.

♦♦ La importancia del desayuno


La importancia del desayuno. La importancia del desayuno, primera comida de la mañana que debe hacerse dentro de la hora en que uno se levanta, es fundamental para afrontar el día con energía y con mejor distribución calórica, ya que en el desayuno deberá aportarse la cuarta parte de las calorías totales diarias necesarias. A pesar de ello en muchos países de América Latina y en Europa (salvo Gran Bretaña, Alemania y Austria, entre otros) muchos niños, jóvenes y adultos omiten esta primera ingesta o la realizan muy frugalmente.

La Universidad sueca de Umea realizó un estudio que comprobó que no desayunar a edades tempranas y en la juventud convierte a esas personas, en adultos con más probabilidades de ser obesos y padecer diabetes tipo II.

Si no se desayuna la concentración falla, se siente desgano e irritabilidad, pues el organismo registra la falta de glucosa, por lo cual carece de energía, y ante la necesidad de ella, se queman reservas y se producen alteraciones hormonales. Esto condiciona el rendimiento escolar y laboral.

Además de remarcar la necesidad de desayunar, importa también su calidad. Tortas, pasteles, facturas, aportan demasiadas grasas, siendo mucho mejor realizar una ingesta de hidratos de carbono con pan integral, cereales, tostadas integrales que además proveerán fibra. Las frutas son excelentes para incorporar vitaminas, ya sea que se las consuma enteras o en jugo. Quienes comen lácteos pueden beber leche o tomar un yogurt o queso para recibir dosis de calcio, los veganos pueden consumir por ejemplo, leche de arroz, almendra o tofu en trocitos. Ojo, tampoco es cuestión de comer tanto que nos sintamos pesados para comenzar el día, o ingerir más calorías de las necesarias. El resto de las comidas, que deben dividirse en cinco ingestas más (media mañana, medio día, media tarde y noche) deben ir decreciendo en cantidad, ya que a la noche, el cuerpo estará en reposo.